miércoles, 4 de noviembre de 2009

El chino de Plaza de España

Así lo llamamos, porque no sabemos cómo se llama. Al menos, yo no tengo ni idea. Es un chino auténtico, donde van chinos a comer, situado en las calles traseras de la Plaza de España de Madrid, en los alrededores de la travesía del Conde Duque.

A mí me lo descubrió Sancho. Forner es otro habitual.

Y es que este chino es especial. Destacan varias cosas, como es el caso de la pasta de arroz frita, algo que realmente no te esperas y sorprende. Por supuesto, las empanadillas son una cosa seria.

Aunque la estrella del lugar es la sopa. Hay varias y de muy diversa índole. La mejor es esta que se ve en la imagen.
Hace falta más que ganas de comer para acabarse eso, lo aseguro. Pero merece la pena. Yo, sin ser una gran fan de los restaurantes chinos, he de decir, que este pequeño restaurante ha cambiado mi concepción de algunas recetas famosas. ¡Por algo van los chinos a comer allí!

lunes, 28 de septiembre de 2009

Defensa de Lo Viejo

Tras un fin de semana en Donosti, nada como hacer una buena defensa de su casco histórico, o como más se le conoce Lo Viejo. Lo pongo así, con mayúsculas, porque es fundamental.

En su día ya hablamos del Juantxo, que es un gran lugar donde darle bien a los bocatas de tortilla, sin embargo, hay multitud de opciones entre las callejuelas. El Sport es también una muy recomendable opción, en Gros, el Motor Club también ofrece unos suculentos pintxos. Y las posibilidades se extienden al infinito, sobre todo si además cuentas con las suerte de tener amigos de allí, que son de las gentes más amigables del planeta, y te metes una barbacoa entre pecho y espalda de quitar el hipo. Sin más, acudir a Donosti en momentos como el Festival de Cine es impagable, el cartel de este año lo dice todo:

Además, la oferta nocturna es siempre recomendable. Este año mi descubrimiento ha sido el Atabal, el garito más punky y más duro de todo Donosti y, como ocurre en estas ocasiones, un auténtico reducto de paz. El Be bop, donde todo dios acaba, sin embargo es para pegarte un tiro, a pesar de que dentro de lo cierra tarde, está bien.

Hay muchos sitios más, por supuesto, pero como el bar que me ha quedado por ver (el Bukowski) los dejaremos para otras ocasiones.

domingo, 9 de agosto de 2009

Barrio Sur

Este garito es fundamental en la vida madalenera de Zaragoza. A pesar de que nunca se le menciona tanto como debiera ser, el Barrio Sur es un pequeño local en la calle San Jorge donde el amigo Víctor y yo hemos pasado no pocas resacas.

Eso era en otra época, claro, pero nunca está de más pasarse por allí y darle bien al estupendo tabulé que tienen, a la enchilada suavecita y a las papas con salsas. Todo ello con varios quintos de Ambar (tengo especial cariño por este tipo de botellines). Además de que la comida esté estupenda - sé que los postres caseros son maravillosos, aunque no los he probado personalmente - el precio también está más que bien y se pueden comprar productos de comercio justo para quien guste de ellos.

Hubo un tiempo en que nos tomábamos algo allí tras salir de la Filmoteca, que está a tiro de piedra. Pero eso también era en otra época, cuando veíamos cine...

jueves, 2 de julio de 2009

Blanco y Negro

Este finde pasado teníamos mi hermano Sancho y yo un rodaje en Valencia. Era en la playa, por la noche y, claro está, terminamos tarde. Había que bsucar algún sitio donde cenar a las 3 de la mañana y encontramos un sitio cojonudo cerca de Moncofar que abre toda la noche y, para más inri, tiene siempre la brasa encendida.

Podéis comprobar como Sancho, Forner y un servidor nos preparábamos para...

... atacar el famosos Blanco y negro. ¿Que qué es? Pues longaniza y morcilla. Todo de régimen, vamos. Los bocadillos los untaban con tomate y alioli (por mi esto último se podría elminar) pero es cierto que le da un algo.


Ahí tenéis, las brasas junto a al patica de jamón. Qué más se puede pedir.

Había de todo y de buena calidad. Ternera, panceta, lomo... lo regamos con una cerveza que supo a gloria y unas olivas machacadas de puta madre.

Y el hombre nos atendió como dios.

Eso es un rodaje y lo demás tonterías.

martes, 9 de junio de 2009

Tortilloak

Hoy, me están viniendo revivals de Donosti... Así que, qué mejor que recordar ese gran sitio que me descubrió mi amigo Álvaro hace ya unos cuantos años, el Juantxo.

Durante muchos años consideré a Donosti la mejor ciudad de esta tierra (no diremos este país, no queremos levantar ampollas). La sustituyó Barcelona. Poco detrás están Granada y, sí así son las cosas, Zaragoza. Pues Donosti es una ciudad de la hostia, cojonuda, donde te sientes como en casa. Quitando el txirimiri, todo es estupendo. Y en la parte vieja de Donosti hay un reducto de cordura que es el Juantxo.

En los últimos 90, mi colega Álvaro me decía aquella mañana de septiembre, en pleno festival de cine: Ya verás esta noche cuando vayamos al Juantxo. ¡Menudos bocatas de tortilla! ¡¡Que se sale por los lados!! Como buen maño, yo pensaba que Álvaro exageraba. Pero no. Estaba en lo cierto.

El bocata por excelencia en Donosti es en el Juantxo. Puede ser de calamares, de ternera o de lo que quieras. Yo, opto por la tradición maña y darle bien al de tortilla de patata. Es espectacular. Sólo de recordarlo me viene la cara de Álvaro intentando atrapar la tortilla que, traviesa, se escapa por los costados.

La única pega para los que no hablamos euskera, es que es preferible pedir así. Pero te aceptan el castellano con cara de póker y piden con un tono característico los bocatas a la cocina, a través de un interfono.

Comer en el bar es imposible, así que lo tienen todo estudiado para dártelo para llevar. Así que te sales a la calle y, allí en lo viejo, buscas un buen lugar, si es con vistas al mar mejor, que los de secano siempre lo echamos en falta, y hala ¡a luchar contra la tortilla!

sábado, 16 de mayo de 2009

Sidecar

Hay un lugar en Zaragoza, regentado por mi aigo Pablo, que es uno de los mejores donde comer, beber y tapear. Es el Sidecar, en la calle Mayor, junto a La Casa del Loco.

En la foto podéis ver a mi colega Sancho con cara de preocupación y es que así es como las gastan en el Sidecar, con un kilo de solomillazo que tú mismo te vas haciendo a la piedra. Con sal gorda gorda, como tiene que ser. Es este restaurante uno de los mejores y más emblemáticos de la ciudad. Siempre que viene alguien de fuera le llevo por allí, aunque sea sólo para probar sus delicias tapas y montados. Las croquetas de jamón son increíbles y delicias como los trigueros rebozados algo más allá de la comprensión.


Además, lo puedes regar todo con una botella de Dinastía Vivanco y ¡para qué queremos más! Los corazones de alcachofa, los pimientos del piquillo, las pataicas asadas, la sepia... pero, para mí, la estrella de la casa es la Ensalada Sidecar. Una auténtica muestra de sabiduría y buen hacer. Y es que el Sidecar se caracteriza porque está bajo los mandos de unos auténticos profesionales de la hostelería. Pablo, José y los demás presentan los platos con un gusto exquisito, disponen del mejor género y te atienden con la gentileza y prestación que hacen de esta ciudad grande. Además, son tíos de puta madre.

Atención especial a los postres. Caseros, caseros. La tarta de queso con arándanos es algo de otro mundo.

A los que lo conozcan, que vuelvan. A los que no, QUE VAYAN. Es un lugar de obligada visita para el que quiera disfrutar de la buena gastronomía en Zaragoza.

sábado, 25 de abril de 2009

El Zorro soy yo!

Si hay un lugar emblemático de la noche zaragozana, ese es el pub El Zorro. Para gustos los colores y, depende del rollo que te guste para tomarte tus copas dirás una cosa u otra, pero lo que es innegable es que El Zorro es sinónimo de Fiesta (así con mayúsculas) y de Buen Rollo.


Mi relación de amor con El Zorro comenzó ya hace unos cuatro años. Un lunes de agosto con un frío de tres pares de cojones, Víctor y yo llevábamos saliendo unos cinco días seguidos. Estábamos hechos puré y queríamos un sitio tranquilo en el que pasar la noche y darle a la cerveza con muchísima tranquilidad. Me acordé del Zorro, en el que había estado sólo una vez, presentando un videoclip de rap.


Cuando entramos nos sentimos como en casa. Un antro con luces bajas, paredes jodidas y mobiliario hechos trizas de tantas juergas. Luego estaban las pipas, todo un lujo en Zaragoza. Y el funky. Coño, el funky. Me sentí como si ese bar hubiera estado siempre esperándome. Convencí a El Panchi y a Álvaro de que era el Nuevo Bar. Con el Candela cerrado y hasta los huevos del Number One, debíamos buscar un nuevo centro de operaciones. Poco a poco los logré convencer y allí empezaron a conocernos. Esos Pilares nos los pasamos alli. Sí, todos los Pilares. Llegábamos a las 9 de la noche y nos íbamos a las 7 d ela mañana. Ya teníamos nuestra esquina, las camareras hasta nos la guardaban, y éramos parte de la fauna del Zorro.


Luego me dijeron lo de pinchar y claro, los lazos se estrecharon aún más. Cuatro años, el invierno pasado me lo pasé pinchando allí jueves y sábados, hubo momentos gloriosos. Yo pinchaba rock y había días en que hacíamos el Angus encima de la barra las camareras y yo, o que la gente salía a llamar a sus colegas para que vinieran porque hacía tiempo que no encontraban un garito con la música así (deberían haberse pasado por La Taberna del Holandés, ¿verdad Eus?). Grandes días aquellos... Sé que hay muchos que podrían decir que es poco tiempo para querer a un bar. Podrá ser corto, pero ha sido tan intenso que ha contado como el triple o más.

El 30 de agosto de 2007, El Panchi, Eduardo, Álvaro y yo fuimos al Nuevo Zorro. Casi me suicidio. El Zorro de los ojos azules. La misma música, la misma gente, pero la decoración totalmente distinta. Un sitio cool, parece un bar de poperos. Hasta daba palo tirar las pipas al suelo, joder está todo tan pichin... Lo comenté con Asun, ella me dijo que le daba miedo que empezaran a venir pijos. Yo no pensaba que vengan, pero fue una decepción enorme.

Sin embargo, no ocurrió ningún mal presentimiento. Todo lo contrario. El Zorro mantuvo (y mantiene) su espítiru contra viento y marea. Lo que pasbaa es que en el viejo Zorro te sentías en casa porque era un antro, con su puerta de mierda, sus cristales hechos polvo, su mugre, su estilo ecléctico fruto de algún colocón...

Mi hermano lo decía: es que vas y te sientes a gusto. Es como ir al Salas en el Picarral, al Artigas en Escosura, al Clarisas en Carabanchel o al Hortaleza en la calle del mismo nombre. Son antros, sitios mugrientos, donde la suciedad y la demencia campan a sus anchas. Unos pequeños paraísos. Odio lo cool. Odio la mierda esa de bares iguales, como sucursales del mismo pijerío. Como franquicias de fast food para servir cerveza y pop de mierda. No tiene porqué ser todo así de perfecto, la gracia está en que los sitios donde puedas sentirte persona sean garitos tan desordenados, hechos mierda y jodidos como tu cabeza. Simbiosis con el ambiente...
Por eso, El Zorro es el mejor garito donde insuflarte una buena dosis de nocturnidad y alevosía. Una noche allí equivale a experiencias. Si no has hablado con la mitad del bar, es que no has ido al Zorro; si no terminas por hacer amigos, es que estabas en otro sitio; y si no te lo has pasado en grande, es que ni siquiera estabas en Zaragoza.
Sólo porque se encuentre donde se encuentra, en los bajos del Caracol (Centro Indepencia), merece la pena. Da gusto llegar hasta allí y sentirte entre caras conocidas y gente de puta madre.
Estoy deseando volver.

sábado, 4 de abril de 2009

El Templo del Gato

Para todos aquellos que les guste el rock, la música fuerte y un ambiente de locura, existe un lugar en Madrid que no deben perderse. Situado en la calle Trujillos 7, El Templo del Gato parece sacado de un videoclip de los Motley Crüe del año 88. Alambradas, bidones, teles viejas... y en el centro una mesa de billar, todo iluminado por neones y colores chillones. No en vano, desde el exterior tiene aspecto de puticlub, pero en el interior, con su cuidada decoración, sus baños repeltos de grandes mensajes y el aspecto rockabilly del dueño y los camareros, hacen que tomarse allí unas cervezas sea un revival de rock del bueno. El otro día, coincidí allí con todos los que salían del concierto de AC/DC (al cual no pude ir, mierda puta) y exitazos de los australianos sonaron durante toda la noche y, sí, hice el Angus bien a gusto.

Precios un poco caros para la cerveza, aunque los cubatas están a 6 pavos, cosa rara en Madrid. A pesar de que del garrafón no se salva nadie (al día siguiente me quería morir), merece la pena visitarlo. El dueño, con ese aspecto de dandy sureño y el cashier, con ese aspecto de haber salido de Bad Taste, redondean la noche. Si encima vas con tíos grandes como Víctor y cantas temazos como Nazis buenos, que se suman a greatest hits del pasado como Pensionista terrorista, Sionista terrorista, Anticristo Jesucristo, Antipapas me la mamas, Saca el tigre o Panadero farlopero, hacen que la noche sea redonda.

miércoles, 18 de febrero de 2009

Camarena, 71

Si hay algo que destaca en el barrio madrileño de Aluche, por encima de todas las cosas es una casa en particular de la calle Camarena, en el número 71 para ser exactos. Allí viven mis compadres Sancho y Luque y, para ser justos, diremos que si algo tiene entrar en su casa, es que te sientes como en la tuya. Bueno, en la foto no aparece Luque, pero en sustitución lo hace otro turolense de pro, Esteban. Y no es Camarena, 71, pero es La Casa de Granada, que es igualmente válida.

¡Qué voy a decir de las bondades de estos personajes extraordinarios! ¡Si hasta son familia mía! Pero baste, con que nada más entrar, Sancho ya te atiborra de regañaos, trenzas, salchichas, longanizas, chorizos, delicias de teruel y demás productos de su tierra. El otro día nos brindó una fideguá de su madre que estaba para chuparse los dedos. Desde esta humilde página un saludo para Tina.

Desde hace tiempo, soy un asiduo a su casa. Yo suelo llegar a la hora del vermut, como a mi me gusta, lo justo para preparar unos gin-tonics bien suaves antes de comer y empezar de buena gana. Normalmente, Luque no dice nada, pero sé que los quiere. Sancho suele negarse, pero se le convence con rapidez. Otros habitantes de la casa, como Pablo (la conexión argentina) son más sensatos y huyen de las tentaciones.

Y claro, después de comer opíparamente, más gin-tonics. Y los preparo así, como en la foto. En copa y con cortecica de limón tan solo, nada de pulpa.

Además, mientras los preparas, puedes ver por la ventana de la cocina las montañas en el horizonte, así, la melancolía de esta primavera se lleva mejor.

A todo el que pueda, que no dude en contactar con tan ilustres personas, pues créanme señores del jurado que pocos lugares con tanta calidad y tanta calidez encontraran en esta tierra. Sobre todo en una ciudad satánica como Madrid.

miércoles, 21 de enero de 2009

Bonanza

Lo prometido es deuda, así que era ya una cuestión personal que el próximo post hablara de ese mitical de Zaragoza, que es el Bonanza. No hablaré de su historia, la cual desconozco ampliamente y, seguramente, mucha gente más versada que yo podrán explayarse sobre ella. Solo decir que lleva tropecientos años en el mismo sitio y que allí, Manolo, al otro lado de la barra sigue al pie del cañón y que allí, puedes encontrar cosas como ésta: (Sí, sí, girad la cabeza y flipad un poco).
Retales de su historia ocupan las paredes. Destacan los detalles republicanos y, sobre todo, la sutileza. Un busto de Wagner y otro de Beethoven te escudriñan desde lo alto. A Manolo, los más de los días, le da por ponerte música clásica y, en días de fútbol, se clava el tenis, solo pa joder.
En el Bonanza no existe las cervezas grandes, sino los floreros. Las ensaldas son abundantes, pero lo grande es el bocadillo de tortilla de morcilla. Observad a mi brother cómo se deleita:


Sin embargo, la estrella de la casa es el "platico de verduras". Manolo viene y te dce: "Venga judías, borraja, acelga y col". Y te planta este platazo de jamón (cortado a tacos matadores), chorizo, salchichón de pueblo y queso.

Pero no solo es comer y beber en el Bonanza. Lo mejor es habalr con Manolo y que te cuente chistes verdes. Puede contar 3000 en una noche. O que coja el salchichón entero y lo emplee a modo de pene erecto. También es muy grande verle quejarse por follar tanto mientras sirve un florero detrás de otro. Aunque a mi, lo que más me impresionó, fue aquél día que empezó a recitar en voz alta, mientras servía cerveza: "Crítica de la razón pura de Kant. Capítulo primero. La razón es un aente abstracto, punto y seguido..." De memoria. Se cascó el capítulo de memoria. Ahí es nada.
Para rematar, qué mejor que darle el último sorbo de pacharán mientras vez que Manolo apaga las luces. No lo hace de vez, va poco a poco. A menos diez quita las de las mesas. A menos 5 la de la barra. Entonces, se queda solo una pequeña lámpara de mimbre en un rincón. A en punto, apaga también esa diminuta luz y se despide: "Ahora unos se irán a dormir, otros a beber y otros a follar. ¡Pero todos a la puta calle!".