miércoles, 21 de enero de 2009

Bonanza

Lo prometido es deuda, así que era ya una cuestión personal que el próximo post hablara de ese mitical de Zaragoza, que es el Bonanza. No hablaré de su historia, la cual desconozco ampliamente y, seguramente, mucha gente más versada que yo podrán explayarse sobre ella. Solo decir que lleva tropecientos años en el mismo sitio y que allí, Manolo, al otro lado de la barra sigue al pie del cañón y que allí, puedes encontrar cosas como ésta: (Sí, sí, girad la cabeza y flipad un poco).
Retales de su historia ocupan las paredes. Destacan los detalles republicanos y, sobre todo, la sutileza. Un busto de Wagner y otro de Beethoven te escudriñan desde lo alto. A Manolo, los más de los días, le da por ponerte música clásica y, en días de fútbol, se clava el tenis, solo pa joder.
En el Bonanza no existe las cervezas grandes, sino los floreros. Las ensaldas son abundantes, pero lo grande es el bocadillo de tortilla de morcilla. Observad a mi brother cómo se deleita:


Sin embargo, la estrella de la casa es el "platico de verduras". Manolo viene y te dce: "Venga judías, borraja, acelga y col". Y te planta este platazo de jamón (cortado a tacos matadores), chorizo, salchichón de pueblo y queso.

Pero no solo es comer y beber en el Bonanza. Lo mejor es habalr con Manolo y que te cuente chistes verdes. Puede contar 3000 en una noche. O que coja el salchichón entero y lo emplee a modo de pene erecto. También es muy grande verle quejarse por follar tanto mientras sirve un florero detrás de otro. Aunque a mi, lo que más me impresionó, fue aquél día que empezó a recitar en voz alta, mientras servía cerveza: "Crítica de la razón pura de Kant. Capítulo primero. La razón es un aente abstracto, punto y seguido..." De memoria. Se cascó el capítulo de memoria. Ahí es nada.
Para rematar, qué mejor que darle el último sorbo de pacharán mientras vez que Manolo apaga las luces. No lo hace de vez, va poco a poco. A menos diez quita las de las mesas. A menos 5 la de la barra. Entonces, se queda solo una pequeña lámpara de mimbre en un rincón. A en punto, apaga también esa diminuta luz y se despide: "Ahora unos se irán a dormir, otros a beber y otros a follar. ¡Pero todos a la puta calle!".