Últimamente estoy volviendo a cogerle el gusto a los fogones. Mi casa del Barrio de las letras es un hervidero de probatinas y, las más de las veces, recetas no muy originales, pero sí con un fuerte toque personal.
Hasta ahora hemos sido siempre asiduos Víctor y yo, ya que no nos queda otra en la pausa del curro. Ahora, Sergio se unirá a nosotros y ya me siento una especie de "Pater familias" guisando para la prole. Con un poquito de ópera y un delantal a cuadros, podría sentirme como Coppola.
Entre mis especialidades, se encuentran mis "Tallarines vietnamita" y el "Arroz tres (mil) delicias". Los tallarines no tienen gran secreto, exceptuado las verduras con las que se los fríen, que deben estar frescas para que se logre algo digno. Yo suelo expoliar el huerto de mi madre cuando puedo escaparme a Zaragoza y surtirme de allí. Realmente se pueden combinar como se quiera, pero yo recomiendo freír cebolla, calabacín, tomate y zanahoria. Con los tallarines cocidos, se refríe todo con ellos y se le añade bien de salsa de soja.
El arroz es similar, en cuanto a que las tres (mil) delicias no son más que las que se te pasen por la cabeza o lo que tengas en la nevera. Yo le echo toda clase de verdura que puedo. Además, frío patatas a cuadraditos, bacon o jamón y, el toque para la fritura final, un poco de queso emmental para darle un rollo bien curioso. Luego un poco de curry, salsa de soja y, el toque personal, salsa Perrins. Después de pasar todo eso por la sartén, puedo asegurar que está de vicio.
Todo el que encuentre mi casa, está invitado, en la cual hay bar - lo recuerdo por si acaso - del cual, hablaré otro día.