Va con muchísimo retraso este post, pero va, que no es poco. El Mercado de San Miguel en Madrid es de esos lugares donde sabes que hay fiesta segura. Hay que ir con pasta, eso sí. Los precios no son cosa de risa, pero puedes darle a buenos blancos de Rueda mientras te das el gustazo con un sushi magnífico y montados de salmón ahumado maravillosos y vas preparándote para la estrella de la noche: Las ostras.
A pesar de que (¿será la crisis?) ahora o están tan buenas como hace unos meses, son algo digno de probar y disfrutar. Ya no dan limón, que a pesar de que los expertos me acuchillarán, le daba el toque necesario. Las hay de tres tipos, tamaño y precio. Ni qué decir tiene que las más caras son las que mejor están y, a los que somos de secano, nos provoca la nostalgia de eso que vemos tan poco: el mar.
Recomiendo ir relativamente pronto, porque entorno a la medianoche se empieza a cerrar todo y, debido a que siempre hay gente, hay que esperar... Si hay hueco en el estómago, no perderse los vermuts caseros con unas olivas machacadas y, por supuesto, el puesto del queso, que para los que nos gusta el queso, es una grandísima iniciativa.
El Mercado de San Miguel está en pleno centro de Madrid, al ladito de la plaza Mayor, con lo que no tiene pérdida y después, qué mejor que dejarse caer por La Coquette, cerca de Ópera, un Blues bar en un sótano que te adentra en su propio submundo. ¡Y con unas actuaciones en directo de toma pan y moja!