



Hay quien es un animal de costumbres, aquí lo que tenemos es costumbres de animal. Un blog gastronómico para crápulas empedernidos. El último rincón de los vividores de la noche. Comida, bebida, tapeo, vermut y copas. Lo mejor de lo mejor en cada ciudad. Si la guía Michelin ofrece la créme de la créme, nosotros destapamos un submundo por conocer.




Eso era en otra época, claro, pero nunca está de más pasarse por allí y darle bien al estupendo tabulé que tienen, a la enchilada suavecita y a las papas con salsas. Todo ello con varios quintos de Ambar (tengo especial cariño por este tipo de botellines). Además de que la comida esté estupenda - sé que los postres caseros son maravillosos, aunque no los he probado personalmente - el precio también está más que bien y se pueden comprar productos de comercio justo para quien guste de ellos.
Podéis comprobar como Sancho, Forner y un servidor nos preparábamos para...
... atacar el famosos Blanco y negro. ¿Que qué es? Pues longaniza y morcilla. Todo de régimen, vamos. Los bocadillos los untaban con tomate y alioli (por mi esto último se podría elminar) pero es cierto que le da un algo.
Ahí tenéis, las brasas junto a al patica de jamón. Qué más se puede pedir.
Hoy, me están viniendo revivals de Donosti... Así que, qué mejor que recordar ese gran sitio que me descubrió mi amigo Álvaro hace ya unos cuantos años, el Juantxo.
Hay un lugar en Zaragoza, regentado por mi aigo Pablo, que es uno de los mejores donde comer, beber y tapear. Es el Sidecar, en la calle Mayor, junto a La Casa del Loco.
Además, lo puedes regar todo con una botella de Dinastía Vivanco y ¡para qué queremos más! Los corazones de alcachofa, los pimientos del piquillo, las pataicas asadas, la sepia... pero, para mí, la estrella de la casa es la Ensalada Sidecar. Una auténtica muestra de sabiduría y buen hacer. Y es que el Sidecar se caracteriza porque está bajo los mandos de unos auténticos profesionales de la hostelería. Pablo, José y los demás presentan los platos con un gusto exquisito, disponen del mejor género y te atienden con la gentileza y prestación que hacen de esta ciudad grande. Además, son tíos de puta madre.
Mi relación de amor con El Zorro comenzó ya hace unos cuatro años. Un lunes de agosto con un frío de tres pares de cojones, Víctor y yo llevábamos saliendo unos cinco días seguidos. Estábamos hechos puré y queríamos un sitio tranquilo en el que pasar la noche y darle a la cerveza con muchísima tranquilidad. Me acordé del Zorro, en el que había estado sólo una vez, presentando un videoclip de rap.
Luego me dijeron lo de pinchar y claro, los lazos se estrecharon aún más. Cuatro años, el invierno pasado me lo pasé pinchando allí jueves y sábados, hubo momentos gloriosos. Yo pinchaba rock y había días en que hacíamos el Angus encima de la barra las camareras y yo, o que la gente salía a llamar a sus colegas para que vinieran porque hacía tiempo que no encontraban un garito con la música así (deberían haberse pasado por La Taberna del Holandés, ¿verdad Eus?). Grandes días aquellos... Sé que hay muchos que podrían decir que es poco tiempo para querer a un bar. Podrá ser corto, pero ha sido tan intenso que ha contado como el triple o más.
El 30 de agosto de 2007, El Panchi, Eduardo, Álvaro y yo fuimos al Nuevo Zorro. Casi me suicidio. El Zorro de los ojos azules. La misma música, la misma gente, pero la decoración totalmente distinta. Un sitio cool, parece un bar de poperos. Hasta daba palo tirar las pipas al suelo, joder está todo tan pichin... Lo comenté con Asun, ella me dijo que le daba miedo que empezaran a venir pijos. Yo no pensaba que vengan, pero fue una decepción enorme.
Sin embargo, no ocurrió ningún mal presentimiento. Todo lo contrario. El Zorro mantuvo (y mantiene) su espítiru contra viento y marea. Lo que pasbaa es que en el viejo Zorro te sentías en casa porque era un antro, con su puerta de mierda, sus cristales hechos polvo, su mugre, su estilo ecléctico fruto de algún colocón...
Para todos aquellos que les guste el rock, la música fuerte y un ambiente de locura, existe un lugar en Madrid que no deben perderse. Situado en la calle Trujillos 7, El Templo del Gato parece sacado de un videoclip de los Motley Crüe del año 88. Alambradas, bidones, teles viejas... y en el centro una mesa de billar, todo iluminado por neones y colores chillones. No en vano, desde el exterior tiene aspecto de puticlub, pero en el interior, con su cuidada decoración, sus baños repeltos de grandes mensajes y el aspecto rockabilly del dueño y los camareros, hacen que tomarse allí unas cervezas sea un revival de rock del bueno. El otro día, coincidí allí con todos los que salían del concierto de AC/DC (al cual no pude ir, mierda puta) y exitazos de los australianos sonaron durante toda la noche y, sí, hice el Angus bien a gusto.
Si hay algo que destaca en el barrio madrileño de Aluche, por encima de todas las cosas es una casa en particular de la calle Camarena, en el número 71 para ser exactos. Allí viven mis compadres Sancho y Luque y, para ser justos, diremos que si algo tiene entrar en su casa, es que te sientes como en la tuya. Bueno, en la foto no aparece Luque, pero en sustitución lo hace otro turolense de pro, Esteban. Y no es Camarena, 71, pero es La Casa de Granada, que es igualmente válida.
Además, mientras los preparas, puedes ver por la ventana de la cocina las montañas en el horizonte, así, la melancolía de esta primavera se lleva mejor.
A todo el que pueda, que no dude en contactar con tan ilustres personas, pues créanme señores del jurado que pocos lugares con tanta calidad y tanta calidez encontraran en esta tierra. Sobre todo en una ciudad satánica como Madrid.
Retales de su historia ocupan las paredes. Destacan los detalles republicanos y, sobre todo, la sutileza. Un busto de Wagner y otro de Beethoven te escudriñan desde lo alto. A Manolo, los más de los días, le da por ponerte música clásica y, en días de fútbol, se clava el tenis, solo pa joder.
Pero no solo es comer y beber en el Bonanza. Lo mejor es habalr con Manolo y que te cuente chistes verdes. Puede contar 3000 en una noche. O que coja el salchichón entero y lo emplee a modo de pene erecto. También es muy grande verle quejarse por follar tanto mientras sirve un florero detrás de otro. Aunque a mi, lo que más me impresionó, fue aquél día que empezó a recitar en voz alta, mientras servía cerveza: "Crítica de la razón pura de Kant. Capítulo primero. La razón es un aente abstracto, punto y seguido..." De memoria. Se cascó el capítulo de memoria. Ahí es nada.