Yo propongo cambiar la conocida frase ¡Teruel existe! por la del título de este post, porque otra cosa no sé, pero Teruel mola la hostia. Es pequeñico, es particular y mola. Es un sitio de puta madre para pasar un par de días, que ofrece rincones tan conocidos desde fuera pero poco pateados como este:
¿Y por qué Teruel? Pues porque mi colega Sancho (en la foto a los teclados) es de allí. Tenía una serie de bolos ineludibles y, claro está, aprovechamos para convertir la noche y el día en una auténtica Apología del hedonismo.
Esta es la vista de Teruel desde el chalet de Sancho. Planeamos cosas desde allí. En verano, por favor, que otra cosa no, pero frío hace en Teruel.
Y sin duda, el mejor garito de Teruel no es otro que el Hartzembusch, o como yo me empeñé en llamarle: Hohenföller.
En cuanto pisé la entrada supe que me encontraría en él como pez en el agua. ¿Por qué? Porque está en la primera planta de una casa, al ladico de la torre que encabeza este post. A mi me encantan estos sitios, como le pasa al Zorro de Zaragoza, que están escondidos y tienes que aventurarte a lo desconocido para llegar hasta ellos.
El Hohenföller, es una mezcla entre garito bohemio chill out y peña de pueblo. Es el Zorro o el Lamiak de Teruel. La gente es variopinta, pero es un público amplio y selecto a la vez. Desde luego entra dentro de alternativismos pero no convencionales. No es pop, no es modernillo, ni nada por el estilo. Es canallesco y garagero. Como sucede en esta clase de sitios, resulta tremendamente fácil interactuar con la gente, pues son de carácter y predispisición abierta. Con el camarero haces migas en seguida y la cola de los baños da para largas divagaciones con desconocidos. Una joyita, de verdad. Que nadie diga que ha estado en Teruel, sino ha estado en el Hartzembusch. Y después... ¿qué? Pues nada como una comilona en el Bar Torico, regentado con maestría por Joaquín "y un millón", un auténtico superviviente de la noche, una suerte de Ford Farlaine de Teruel con más gracia que el moño de una andaluza y que sirve delicias como éstas:
Almejicas de chuparte los dedos, pulpo para vovlerte loco, revuelto de morcilla que no necesita presentación con tostadas con paté de oliva... Pero la pieza maestra de la casa en la tapa que hace con patata salpicada de pimentón y pincho moruno envuelto en jamón. De Teruel, por supuesto. Con todo esto, es imposible no salir del bar como Sancho:
Y como no hay dos sin tres, pues si Teruel Mola, Zaragoza también y rematamos la faena otros tres días zaragozeando. Sancho no se creía que en esta ciudad puedes salir absolutamente TODOS los días hasta las 6 de la mañana sin ningún problema. Y almorzar, eso es imprescindible.
Regando todo con uno de mis vinos preferidos, Dinastía Vivanco. Una delicia de Rioja suave y con personalidad, que deja un final de vainilla. Mis amigos del Sidecar (en la calle Mayor) lo sirven de lujo. Otro día hablo de ellos.
Y, por supuesto, ningún almuerzo es almuerzo sin las albóndigas del Sena, bar del que ya hemos hablado en anteriores ocasiones.
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