La foto lo dice todo. El Salas no es un sitio cualquiera.
Hay varios requisitos indispensables para ser Rata, pero sólo uno que es condición sine qua non: Tomarte un tubo del Salas en el Salas y que te guste. La cuestión es esa, que te sientas como en casa. ¿Por qué? Porque, entre otras cosas, es muy posible que la segunda que te tomes, lo hagas ya dentro de la barra.
El Salas es uno de esos baluartes del Picarral de Zaragoza (stio en la calle Binéfar) donde puedes ser lo peor de ti mismo - y lo mejor a la vez, claro está - y sentirte totalmente orgulloso y tranquilo. Joaquín te sirve esos tubos de cerveza a la altura de uno mismo, mientras los toneles viejos, los trofeos y recortes de prensa del Zaragoza y el chorizo picante cuelga de las paredes. Sin embargo, lo que más me gusta son las reuniones que tienen allí. Se juntan los amigos a pimplarse buenos entrecottes o vete a saber qué, que cocinan allí mismo. Además, en la pared tienen una muestra de sus fechorías, porque en el calendario hay señaladas fechas como: "Comida en casa de Perico" o - mi favorita - "Domingo 29. Almuerzo opíparo".
Sobrevivir al baño es un mérito y cogerte allí una buena, un total merecimiento de condecoración. A las Ratas nos gusta porque sintoniza perfectamente con nuestra filosofía. Además, justo al lado, están esos baluartes de sapiencia que son el Anselmo (nunca le creáis cuando os ofrezca olivas de las que no pican) o el Géminis (impagables croquetas, casi sin rival). Mi amigo Patxi y yo adoramos un vermut en El Salas, aunque sabemos que cuando pronunciamos "vermut" y "Salas" en la misma frase, significa que el día entero estará dedicado al hedonismo etílico.
Lo cual, dada nuestra naturaleza, a veces no está nada mal...
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